miércoles, 13 de octubre de 2010

QUEENS PARK GLASGOW. UN POCO DE HISTORIA DEL FUTBOL ESCOCÉS


Extracto de EL PAIS


En materia futbolística, a Escocia le quedan las cenizas de su mítico pasado. No hay rastro de aquel fútbol con alma de Braveheart que resultaba torturador para todo adversario que se midiera en el campo de batalla con la Tartan Army y sus principales clubes. Hubo un tiempo en el que el fútbol era una cuestión de orgullo entre los escoceses, que alimentaban al odiado sector inglés con tutores visionarios como Matt Busby, Bill Shankly, Jock Stein y Alex Ferguson y con futbolistas de autor como Dennis Law, Billy Bremmer, Peter Lorimer, Archie Gemmill, Kenny Dalglish y Gordon Strachan. Frente al poderío inglés, el Celtic de Glasgow presumirá de por vida de ser el primer equipo británico que ganó la Copa de Europa (1967). Un cuento de hadas hasta que el hiperprofesionalismo laminó el fútbol de los gaiteros, reducido a un pulso permanente entre el Celtic y el Rangers, a los que la falta de competencia ha vulgarizado. Pero el fútbol siempre estará en deuda con Escocia, donde sus primeros trovadores fueron decisivos en la embrionaria regularización del juego. Al frente, el Queen's Park Glasgow, insólito caso extremo de amor a este deporte.
Ganó nueve Copas y hoy pena en Tercera, pero no renuncia al jugar por jugar
A este romántico club familiar que bucea hoy por la Tercera División le debe el fútbol que germinara la competición más antigua de Europa, la Copa escocesa. A esta modélica institución le debe el fútbol la invención de los largueros y la normativa del descanso y los tiros libres. A este equipo se debe que Escocia vista de azul oscuro y la existencia del mítico Hampden Park, donde hoy juega España. Era tal la fascinación que despertaba el QPG que fue el estadio con más capacidad de la historia hasta la construcción de Maracaná en 1950. Pero hay algo más: desde su acta fundacional de 1867 hasta la fecha, ese club jamás ha pagado a un futbolista: ludere causa ludendi (jugar por jugar). Aun así, conquistó nueve Copas escocesas y se enorgullece de ser el único equipo que juega como local en Hampden. No importa que apenas arrastre a unos pocos centenares de seguidores a un esqueleto de cemento para 52.103 espectadores.
"Esta noche, 9 de julio de 1867, a las 20.30, una serie de señores se han reunido en el número 3 de Eglinton Terrace, al sur de Glasgow, para formar un club de fútbol. En este club, nadie, nunca, cobrará un salario". Seis años después, el QPG fundó la federación escocesa y creó la Copa. Sin embargo, no se alistó en la primera Liga, en 1890. Su negativa al profesionalismo era rotunda. Finalmente, a la vista de su desbordante popularidad, se le admitió 10 años después. No acabó ahí su toque excepcional. En 1910 ya sufrió los tentáculos de la incipiente voracidad comercial del fútbol. Sus rivales del Clyde hicieron una oferta a Willie McAndrew, su mejor jugador. El conflicto adquirió tal dimensión que la Liga decidió que el QPG podía retener a sus futbolistas hasta el 30 de abril de cada año. La regla está vigente un siglo después. Desde finales de los cincuenta, el QPG acepta profesionales cedidos por otros equipos, pero con una condición: paga el club de origen. Ni Alex Ferguson, enrolado en sus filas de 1958 a 1960, vio una libra.
El calado del QPG fue tan extraordinario que cualquier recinto de Glasgow resultaba insuficiente para acoger sus partidos. De hecho, en los primeros encuentros internacionales de Escocia, los jugadores del QPG copaban de tal forma las convocatorias que cedían sus propias camisetas a la selección. En 1903 inauguró su primer estadio en Hampden. Los historiadores suscriben que ya en 1930 llegó a congregar a 95.722 aficionados en un duelo con el Rangers. Más aún: en un Escocia-Inglaterra de 1937 se citaron 149.415. Fue el primer estadio en tener tornos. Tenía serios motivos para ello.
En 1909, el Rangers y el Celtic, que entonces tenían una cuña con el Queen's, empataron en la final copera. Como no existían las prórrogas, el partido se repitió. Esta vez, en Hampden. El duelo se mantenía igualado y en las gradas surgió un revuelo considerable. Se había extendido el rumor de que ambos equipos habían pactado otras tablas para garantizarse una tercera taquilla. Las hinchadas invadieron el campo, quemaron las taquillas y asaltaron a la policía. Acababa de acuñarse el Old Firm (Vieja Empresa), nombre de los pulsos Rangers-Celtic que se mantiene hasta la fecha, que simbolizaba la sospecha de que unos y otros sacaban partido de sus antipatías. Mucho tiempo después, con el virus del hooliganismo y las tragedias de Heysel y Hillsborough, Hampden se redujo en 1999 a 52.103 espectadores, todos sentados.
No sin antes pleitear, y mucho, el QPG logró que se le permitiera ser el único club que juegue como local en el estadio que solo abre sus puertas a las selecciones de fútbol y rugby. No importa que el equipo vaya séptimo en la Tercera División. Hampden es el monumento a su grandiosa contribución al fútbol. A un fútbol que no tiene precio desde hace 143 años.

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